Concursos cocinados, los trajes a la medida, ¿a quién no le ha ocurrido?

08 Julio 2020

Una vez casi gano un concurso público. Tenía el mejor currículum vitae, conocimiento y habilidades blandas, pero quien lideraba este llamado a un puesto laboral, era el amigo de la que iba segunda y jodí.

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Lo peor que podemos hacer es no participar en algún concurso público. Pero peor es saber que eres el ganador indiscutido y que por esos retorcidos movimientos que se hacen a última hora, pierdas, y que la ganadora sea ella, la amiga de quien requiere los servicios.

Me ocurrió hace años. Dos títulos universitarios y dos postgrados, uno de Educación Intercultural Bilingüe y otro en Gerencia y Políticas Públicas, abultaban mi currículum para postular al Concurso de Profesionales. Otras habilidades blandas completaban lo requerido.

Postulé para probarme, saber cuánto pesaba profesionalmente, porque mirarme el ombligo no servía de mucho. La entidad pública era relevante a nivel regional y la jefatura, uno de los tantos que se van repitiendo el plato en distintos lugares, pero siempre bien ubicado.

Como en periodismo dicen que no basta con ser bueno, sino que es necesario que se sepa, en la Evaluación Postulaciones Grado 9 obtuve uno de los dos más altos puntajes y en la Evaluación Entrevista la nota más alta (6.9) de las 30 personas que postularon.

Quedé en la terna con el mejor puntaje, pero en la Evaluación Psicológica un punto menos que la amiga del solicitante, la cual quedó apernada por un tiempo y yo me fui, sabiendo que era la ganadora real.

Pero como las monedas tienen más de una cara, en otra oportunidad recibí un beneficio en un concurso público. No me sirvió de nada, pues el lugar donde iba a trabajar estaba lleno de elefantes blancos, que no me dieron espacio.

En la última pega, postulé sabiendo que utilizarían mi currículum para obtener el proyecto. Realicé un excelente trabajo, hasta que me bajaron los honorarios gracias a los apetitos de un cargo intermedio, me hostigaron y terminé con licencia médica por estrés laboral. Busqué una ayudante, colega en ejercicio en un medio local, a la que luego le ofrecieron la mitad del sueldo que me pagaban a mí y literalmente “me fueron”.

Ni siquiera me entregaron una carta de despido, ni una invocación a causal alguna, ni una torta barata con un sucedáneo de café para cerrar. Hubo un vínculo laboral entre las partes por casi cuatro años en mis servicios prestados como profesional a honorarios y me quedaron debiendo varias prestaciones de servicios, aún impagos.

Sabemos que si postulamos a un concurso, estamos corriendo riesgos de ser palos blancos, porque a veces ya está todo listo, con nombre y apellido, con el traje a la medida, palabras que detestan los lobistas y quienes usan artimañas para ubicar a sus incondicionales en las mejores posiciones laborales.

Deberían darles la pega de inmediato y no hacer perder tiempo al resto del mundo que pretende postular, pero como hay que demostrar transparencia, se hacen estos enjuagues medios sucios, con gárgaras incluidas.